Volver a San Salvador después de 10 años de no estar en la ciudad era una experiencia maravillosa, el país de mi esposa, la tierra natal de mi hija mayor. Tenía recuerdos increíbles grabados en la memoria, esperé ansiosamente el largo trayecto entre el aeropuerto de Comalapa y el monumento al "Hermano Lejano" a la entrada de la ciudad.
De repente al cruzar sus calles nuevamente entre la nostalgia y la ansiedad de los días por venir me di cuenta de que casi todo estaba intacto, los mismo buses viejos que recorrían las avenidas llenos de gente colgando en las puertas, los mismos edificios un poco más sucios y añejados, no se sentía que hubieran pasado 10 años, ni siquiera arrugas porque la ciudad no se ha hecho vieja sino que se ha mantenido estática en el tiempo, quieta, sin ir para adelante o para atrás.
Esta vez el destino nos llevaba a Soyapango, un municipio situado fuera de la capital, y que es un centro importante de vivienda y comercio. 10 años atrás ir a Soya era un viaje y lo sigue siendo hoy en día.
El problema de las maras en El Salvador comenzó hace mucho tiempo, son pandillas engendradas en la violencia de las calles de Los Angeles y cuyos miembros han regresado o han sido deportados al país y a través de los años fueron tomando fuerza a tal punto que hoy en día son los reyes absolutos de El Salvador, todo el mundo les teme, la policía les teme, la gente les tiene terror, el gobierno por ayudarlos lo que hizo fue empoderarlos y les teme también.
La figura de un integrante de las maras es bastante intimidadante, tatuajes por todas partes pero no como los músicos sino tinta que indica una historia y una vida de sangre y fuego, de violencia. Para ingresar a la mara necesita la persona someterse a un ritual que trata en soportar golpes, patadas e insultos durante un tiempo, no golpes cualquiera, golpes con toda el alma. Y cuando se levanta, ya pertenece a su nueva familia, a la mara, de donde ya no puede salir.
Andar con camisa manga larga en El Salvador donde las temperaturas pueden alcanzar los 38 grados no es un chiste, pero puede más el miedo que el calor. La situación ha llegado a tal punto que nadie puede pasar a otro barrio sin ser espiado, sin ser consultado o extorsionado. No se puede ir a la tienda, algunos llegan a quitarle la ropa a la gente para ver si lleva tatuajes y entonces ajusticiarlos, o bueno, al menos eso dicen, eso cuentan entre dientes porque nadie quiere hablar, nadie dice nada.
Es curioso, en los 15 días que estuve en el país solo vi dos mareros, uno estaba siendo fotografiado por la policía en una carretera y el otro estaba en la playa. Nada más, en ningún momento me sentí amenazado, pero eso sí, lleno de miedo y temores porque todo el mundo me decía que me estaba quedando en el peor lugar, que allá las maras reinan, y si me iba a otro barrio ya en San Salvador, también era peligroso, la gente también estaba llena de miedos y de terror. El Salvador ya no pertenece a su gente, pertenece al odio y al miedo.
Llama la atención que después de la violenta guerra civil, de los procesos como "perdón y olvido", de ser un país que la experiencia le ha enseñado a lidiar con estas cosas, no se hayan tomado las medidas para controlar la situación, la gente luchó y luchó para que el FMLN por fin llegar al poder y hoy en día que ha estado por dos periodos presidenciales ya nadie los quiere, hoy en día el cuento y el discurso es diferente, es un discurso de desesperanza y de frustración, según La Prensa Gráfica el 52% de ciudadanos del país quiere irse, esto es una cifra increíble (ver foto)
El Salvador es un lugar muy bello, aún falta mucho pero su gente es muy amable, son cordiales, la comida es deliciosa, se podría hacer mucho por un lugar así, pero nadie quiere invertir, nadie quiere arriesgar, si usted coloca un negocio le llegan a pedir dinero, si no les da lo marcan, pueden llegar a quitarle la vida, ahora el país es territorio de nadie, vive el más fuerte, tan sencillo como eso.
Se libra una guerra contra un enemigo poderoso, un enemigo que es rodeado por un halo de misterio y de terror, como de una película, que es alimentado también por las leyendas, por la misma gente, una nueva guerra, igual de sangrienta, igual de terrible a la que se vivió en los 80, solo que esta vez nadie entiende porque es, lo único que la gente sabe es que debe estar callada e irse si se puede.
(Usted puede encontrar más información sobre este fenómeno en Internet y en los diarios de la República de El Salvador)