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martes, 30 de diciembre de 2014

LO INCOMPRENSIBLE DE LO INEXORABLE


Pocas cosas me causan temor como lo hace la muerte, oculta como una serpiente se arrastra detrĂ¡s de todos, esperando el momento para engullirnos, sin que nos demos cuenta. Estoy atado a la vida porque me gusta vivir, me gusta ver a los seres humanos luchando por trascender, con errores, con odios, con ganas, no sĂ© si sea algo lĂ³gico, pero combinar la filantropĂ­a con la misantropĂ­a es posible, algunos dirĂ¡n que estoy loco, otros sencillamente le darĂ¡n poca importancia, porque ese es el pecado mĂ¡s grande del ser humano, creer que lo que los demĂ¡s piensen o hagan es de poca importancia.

HacĂ­a ya unos años que no venĂ­a a la ciudad de mi madre para las festividades de fin de año, dejĂ© de hacerlo porque mis abuelos ya habĂ­an muerto y la Ă©poca no trae buenos recuerdos, pero motivado por el amor de mis hijas hacia ella decidĂ­ gastar estos dĂ­as en su casa. La relaciĂ³n con mi madre es difĂ­cil, somos personas difĂ­ciles, mi familia entera estĂ¡ conformada por personajes aterradores, inteligentes, frĂ­os, serios y de mal humor.

Lo que nunca imagine es que tuviera que venir a enterrar a mi tĂ­o Roger Zarruk, quien perdĂ­a la batalla contra aquel maldito cĂ¡ncer que se nos ha llevado a tantos y tantos en esta tierra. Mi tĂ­o mayor, el soporte de mi madre, el que la ayudaba, el que reemplazĂ³ a mi abuelo cuando este muriĂ³, el que casi nunca vi en mi vida, del cual no sabĂ­a mucho, el que ocho dĂ­as antes de morir quiso vernos por Ăºltima vez y le dio un par de regalos a mis hijas, el que un dĂ­a antes de morir aĂºn estaba manejando su carro como un samurai en batalla entregando regalos por toda la ciudad.

De repente, a las 9 de la noche del 24 de diciembre, el telĂ©fono sonĂ³ con la noticia nefasta, mi madre se desplomĂ³, mi tĂ­o ya estaba en proceso de abandonar este mundo, mientras nosotros tratĂ¡bamos de jugar a la familia funcional y tenĂ­amos sobre la mesa un poco de comida especial, todo el dĂ­a habĂ­an pasado cocinando para llevar los pedidos y la esperanza de un descanso y un Ăºnico momento familiar en todo el año se desvanecieron al enterarnos del trĂ¡gico suceso.

A las ocho de la mañana, con los regalos aun tristes, desempacados por mis dos hijas quienes esperaron a Santa Claus en la ventana en medio del silencio del momento, mi tĂ­o abandonaba este mundo dejando una estela de llanto y recuerdos en los que mĂ¡s los querĂ­an, mi madre, destrozada y con la fe intacta, miraba al cielo y le preguntaba el porquĂ© de estos acontecimientos a Dios, los demĂ¡s, a los que nos cuesta creer, hacĂ­amos una mueca con la boca y sufrĂ­amos el sufrimiento de mi madre.

Hablando esos dĂ­as con varias personas allegadas a la familia, me enterĂ© de muchas cosas que no sabĂ­a acerca de mi tĂ­o Roger Zarruk, llegĂ³ a Colombia proveniente de El Salvador junto con su hermano Jorge y mis abuelos, los palestinos, estudiĂ³ y prestĂ³ el servicio militar que no le correspondĂ­a, Ingeniero Industrial de la Universidad Industrial de Santander, Master de Michigan State University, pedagogo e impulsor de las empresas del departamento, padre de tres hijos, mis primos, con los cuales jamĂ¡s tuve una relaciĂ³n muy cercana, de hecho en su misa de rĂ©quiem me costĂ³ reconocerlos y confundĂ­ a mi primo menor con el mayor, recorriĂ³ un largo camino en las aulas y dejĂ³ una huella imborrable en la academia nacional. ConocĂ­ a mi tĂ­o despuĂ©s de su muerte.

Viendo a mi madre, tenĂ­a que haber sido suficiente su estado para comprender la perdida, pero viendo tambiĂ©n su influencia en otras personas, la preocupaciĂ³n descansĂ³ un poco y celebrĂ© aquella noche la vida de mi tĂ­o, a quien nunca conocĂ­ muy bien y que sin embargo ahĂ­ estuvo siempre y llenando los requisitos que yo pienso debe cumplir una persona, los cuales son dejar algo en este mundo para los demĂ¡s, me di cuenta de que fue un buen hombre.

Es comprensible el preguntarse, el pensar en lo que viene, la guerra entre la fe y lo lĂ³gico, es comprensible sentarse al dĂ­a siguiente y pensar que ya no estĂ¡ aunque para ustedes esto no signifique nada, tomarĂ¡ significado el dĂ­a que los toque una muerte en su familia, o que ya les ha tocado. Nadie llora nuestros muertos, nadie tiene el deber de hacerlo, nadie sufre por mi hermano, mi abuela, mi tĂ­o, solo nosotros, los directos implicados en sus vidas, asĂ­ como ustedes en las suyas.

Comprender lo incomprensible siempre ha sido una meta para nosotros los seres humanos, encontrar una razĂ³n de ser, ¿Por quĂ© estamos aquĂ­? ¿CuĂ¡l es el sentido? Y durante nuestra vida varias veces tratamos de encontrar una respuesta. ¿La mĂ­a? No la tengo, no la tendrĂ©, soy consciente de lo incomprensible de lo inexorable, pero tambiĂ©n soy consciente de que las personas vienen a este mundo y pueden con una sola actitud cambiar la vida de uno o de muchos.

Espero poder encontrar mi camino, creo que siempre se estĂ¡ a tiempo. Mi homenaje a quienes se nos han ido. JamĂ¡s moriremos mientras vivamos en los recuerdos

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