El estreno del capítulo VII de la saga de Star Wars despertó interés a nivel mundial, en cientos de ciudades se organizaron estrenos en donde miles de personas asistieron vestidas con los atuendos más memorables de la serie, se organizaron eventos incluso académicos y en resumen fue una fiebre a nivel mundial. A mí por culpa del destino me tocó verla en Bucaramanga… Colombia.
Dos días antes buscaba boletos desesperado creyendo que no iba a encontrar viendo lo que me pasó con Los Rolling Stones ya que el grupo Aval ahora es el monopolio absoluto de los conciertos en el país y como no soy sujeto de crédito entonces tampoco soy sujeto de conciertos, sucede en este platanal en donde todo puede pasar, por lo tanto no quería quedarme por fuera del cine, si no me movía rápido pensaba que no iba a entrar a la primera función. ¿Por qué quería ir a esa función? Porque conozco a mi gente, a mi raza tropical y odiosa que comienza a contar la maldita película por Facebook y yo detesto a esas personas que creen que son chistosas pero provoca es matarlas. Pero no podía comprar entradas porque el poco interés de las personas en Bucaramanga no había permitido la venta anticipada.
No les voy a alargar la historia, el día del pre-estreno llegué a las 12 del día y compré las boletas para mí y mi familia, sin problema y a las 12 de la noche vimos la película en un cinema solitario, frio y con la única emoción mía y de mi hija quien al igual que yo no cabía de la emoción y soltábamos lágrimas en los mismos momentos, ahí comenzó mi reflexión.
Qué envidia… que envidia poder nacer en un país en donde un joven en sus veinte se imagina un mundo maravilloso, basado en las leyendas más grandes de la historia, crea sables laser, religiones, naves espaciales y puede convertir ese mundo personal en una explosión de creatividad que tiene alcances a nivel global porque todo se mezcla, el espectáculo ve ahí su negocio y comienza a funcionar la maquinaria predispuesta para eso, millones de personas se sienten identificadas y comienzan a vivir de la misma idea, no solo sucede con el cine, sucede con los libros, con la música, con la pintura, con los negocios, con los inventos, que maldita envida la que me da. ¿Por qué dios mío mi país no tiene la inteligencia suficiente para ser así? ¿Hasta cuándo señor tenemos que aguantar? ¿Cuántos años más tendré que escuchar pendejos diciendo y escribiendo “si no le gusta váyase”?, “afuera hay lugares peores” y “¿Entonces que hace acá?”, personas subnormales, homúnculos que creen que uno debe estar sometido a lo que le tocó y ya, personas resignadas a la triste realidad que en lugar de buscar construir un lugar mejor juzgan al que se queja porque no es una oveja sometida como ellos. Este es el único país donde un estudiante de política puede escribir sobre rock y un pendejo sobre cine al que no le importa insultar a la gente porque sí, porque en esta finca todo el mundo se cree el capataz y el que posee la verdad y no se dan cuenta cuan equivocados y atrasados social y mentalmente se encuentran, porque el problema acá es que todo el maldito mundo se tiene que meter en la vida de todo el maldito mundo (Conozca el caso en): http://www.las2orillas.co/los-fans-star-wars-le-exigimos-respeto-ivan-gallo/
Yo nací en un país en donde lo único que le importa a la gente es el dinero, en donde no hay sueños ni esperanzas y el arte es considerado un relleno del presupuesto nacional. Vaya y presente un libreto con naves espaciales y extraterrestres en una convocatoria de esas torcidas y puercas de este país, de esas que se roban y se ganan siempre los mismos con sus mismos productos aburridos y sosos, para que vea como se burlan de usted. Porque acá hay que presentar libretos de putas, de mafiosos, de bala, de lo que le gusta a la gente, vallenato, reguetón y cucas. ¡Ah! y billete, eso sí, entre más gamín, mas torcido, mas “ñero” sea el protagonista la película engrandece más este país, un país de obreros. Quienes vemos y amamos Star Wars en Colombia, no somos más que obreros con sables laser, condenados a terminar tal vez nuestro camino buscando un sustento en una selva de animales que buscan cada día una presa para comer y ya estuvo, condenados a trabajar en Call Centers, supermercados y fabricas imaginado mundos lejanos y callándonos, gastando el sueldo en cerveza y arriendos para “ser normal”.
¡Qué envidia!