Uno de esos hermosos días de enero de este año, cuando el sol de la costa se equivocó de ciudad y vino a Bogotá a destruirnos con sus rayos térmicos mata-rolos, tomé un servicio de una de las aplicaciones que tienen a los taxistas llorando como cuando a los músicos nos sucedió lo de Napster y el MP3 acabó con la venta de discos. Me asignaron un auto de gama baja, un Spark creo, de esos que tienen muñequito con resorte en la cabeza en el tablero y su chofercito con camisa manga larga y corbata, un señor de buena presencia y mirada infinita.
Me subí con mi esposa, cargando como siempre mi maleta y todo el odio
que llevo a cuestas en contra de este lote llamado país en donde tengo
que sobrevivir cada día, tratando de saltar cada obstáculo que semejante
lupanar nos coloca para hacernos la vida imposible, generalmente si no
me he tomado un trago estoy de malas pulgas y si encima no tengo puesto
el litio, el Rivotril y el Prozac, aguantarme a los humanos es una tarea
prácticamente imposible.
Pues resulta que quien rompió el hielo
fue el facho elástico, quien manejaba plácidamente junto a mi esposa
sin saber que el pasajero que llevaba atrás era un apátrida que raya en
lo misántropo y al que poco le interesa la opinión de cualquiera por
considerarla absolutamente inútil y que sabe que el micromundo que cada
uno tiene en la cabeza no cambia en absoluto la realidad.
Entonces
fue cuando comenzó a despotricar de Colombia de una manera ferviente, a
decir que este país es una mierda y que seguramente si gana Petro todo
se iba a ir mas a la mierda, que ya no alcanza ni para tragar y que el
trabajo estaba muy malo, que llevaba solo dos carreras y ya eran las
cuatro de la tarde, un memorial de agravios interminable al cual le
buscaba solución en las elecciones presidenciales venideras, me
encantaba escuchar a un colombiano que no piensa que esta porquería es
Encanto y que tiene la capacidad de analizar que la realidad es que
estamos en la miseria y en necesidad, que Colombia hoy es más caro que
Noruega y que la corrupción consumió hasta las artes y no hay futuro y
ni siquiera peligro de que esto como dicen todos acá “se componga”.
Entonces
llegó el momento de mi replica, el de participar en la conversación,
el de alterar la dinámica del predicador de pulpito que traía tan
distinguido conductor y entonces le dije: Mire hermano, llegue quien
llegue a la presidencia, sea de izquierdas o derechas, sea alto o flaco,
sea calvo o negro, sea quien sea va a ser un hijueputa colombiano y el
problema es ese, que será un hijueputa colombiano y que nosotros los
colombianos somos una mierda, que solo pensamos en cada uno, en el
individuo y que encima estamos pauperizados y no hay una sola manera de
que un colombiano pueda arreglar esta pocilga en la que habitamos. Y así
continué por minutos con mi diatriba viendo como el hombre abría cada
vez más los ojos, sobre todo cuando le dije que en Nueva York haciendo
el miserable trabajo que el estaba haciendo podría ganar en Manhattan
hasta 1200 dólares semanales y pagar un carro decente no un puto Spark
por el cual se endeudaba durante cinco años y seguía viviendo mal. En
fin, toda una poesía al odio.
Ahí fue cuando el facho elástico
tuvo esa transformación tan brava, ahí fue cuando su ego se vio golpeado
y al ver que el chimpancé que llevaba atrás medía 1.80 y pesaba 120
kilos lo podía destruir con las manos se armó de valor y transformó su
discurso de odio por Colombia en uno salvador que acentuó con ese acento
rolo ultra ñero amplificado en su primera frase “Uy ay si se equivocó
feo, feo, feo”, Yo no podré ser perfecto y el país tampoco pero esto
tiene cosas bellas, Colombia tiene cosas bonitas, gente trabajadora y
arranca la sarta de mierda emocional y mi falta de Rivotril comenzó a
hacer efecto, y el facho elástico que odiaba pero ahora amaba al país
estaba temblando de la piedra como tiemblan todos los colombianos
comemierdas que hablan mierda pero se enojan cuando se ven retados.
¿Qué
hacer con el facho elástico? Tenía tres opciones…. Ignorarlo, agarrarlo
a golpes o ser un caballero de la pelea y continuar con los argumentos,
para decidirme usé la cara de mi esposa la cuál ya iba fastidiada y un
poco nerviosa con el tono de voz del hombre que cada segundo
amplificada al menos en un decibel su enojo entonces opté por continuar
con mi verborrea pero haciéndole entender que yo no le daba concesiones a
fachos y mucho menos si eran elásticos y que yo también le entregaba
dos opciones, o se calmaba y entendía que le problema de este miserable
país no es ni Uribe, ni Petro sino la cantidad inconmensurable de
imbéciles sin estudios que creen ser portadores de la luz, que creen que
su maldito ego es ley y que como él piensan que nadie debe hablar sino
escuchar su pendejez o que sencillamente debía detener el carro bajarse y
tratar de meterme su verdad a golpes o a bala como lo hace el 99% de
homúnculos que habitan en esta tierra hermosa en donde lo único bueno
que hay es matas, animales y frutas.
Y así terminó la historia
del facho elástico, vi como el Spark se alejaba y me pareció divisar, o
tal vez imaginé, su mandíbula apretada llena de rabia, su mente
enceguecida insultándome y diciendo, otro mamerto más al que humille,
pobre hijueputa, ja, Nueva York, esto si es vida, Bogotá, Colombia,
Encanto, somos la verga, somos los más felices del mundo, tenemos el
segundo himno más bello, afuera nos temen, pobre gordo hijueputa, si no
le gusta que se vaya, ojalá lo hubiera matado, lo perdoné solo porque soy
bueno y perfecto… y siguió manejando pensando en que era bueno, era hermoso.