Odio con fuerza, me causa asco y desprecio esa forma de ser de muchos colombianos que quieren pasar por encima de todo el mundo no importa a qué precio. Frases como “un amigo me metió por palanca”, “¿Cómo voy yo ahí?”, “Hecha la ley hecha la trampa”, “A papaya puesta papaya partida” y un sin número más de idioteces colectivas que han sido forjadas solo para excusar la manera de ser torcida, deshonesta y puerca de nuestro pueblo. Eso me ofende, me causa terror porque yo siempre he tratado de obrar de acuerdo a mis ideales y de hacer lo que me gusta, pero a golpes he entendido que quien triunfa en esta sociedad es el más malo, el más hijo de puta, aquel que puede manipular a las personas, robarlas, desfalcarlas, timarlas, engañarlas y aprendí también que los demás siempre van a defender es a ese hijo de puta.
¿De qué me sirvieron todos los años de colegio, los siete años de pregrado, la especialización, la maestría que estoy cursando? Si no tengo para comer en un país en el que nosotros los artistas somos tratados como perros y que solo aquellos que van a lamerle las suelas al estado pueden conseguir para medio sobrevivir. Mejor hubiera sido guerrillero y asesino. Si a mí me hubieran dicho hace 30 años que después de tanto estudio no tendría ni siquiera un rancho para vivir pero que a los guerrilleros les iban a dar casa, sueldo, seguros, viajes, indulto y oportunidades y que encima iban a poder gobernar este potrero llamado patria, me hubiera convertido en el más déspota de ellos, en el más malo, el más salvaje, de seguro sería un héroe para el pueblo como lo son ahora.
Resulta que he trabajado diez años por la escena rock de Colombia logrando cosas que a mi parecer son maravillosas. Durante esos diez años he estado vetado en el estado porque me atreví a decirles de frente lo que son, un atado de ladrones acomodados que se roban miles de millones de pesos y se reparten las oportunidades entre los amigos. Me han vetado personajes insulsos que ni siquiera son músicos o artistas porque me les enfrenté y no les limpié el culo como les gusta acá. ¿Y que he conseguido? Nada… ellos siguen igual robando y lagarteando, siendo colombianos, siendo lo que somos.
Cada vez que las personas enumeran las maravillas de esta patria hablan de La Sierra Nevada, de Caño Cristales, de los cóndores, de los dos mares, de la fauna y la flora, etc. ¿Pero y la gente? Este país puede ser un paraíso pero la gente que habita en él es una basura, la moral nuestra desapareció perdida en la necesidad, vivimos en tal grado de necesidad que acá es imposible vivir si no es pensando en dinero todo el día. La gente acá en Colombia solo piensa en dinero y nada más, porque es tan difícil de conseguir de maneras legales que todo mundo prefiere volverse delincuente.
Esta crónica del lupanar no es chistosa porque en realidad me está doliendo mi país. Me duele ver que la gente se convirtió en tránsfuga, que hacen lo que quieran con nosotros, que el sistema de justicia es un maldito chiste, la policía es la socia de los delincuentes, los jueces aplican justicia a quien puede pagarles, nada funciona, nada… ¿Qué funciona en Colombia? Y lo que más me duele, es que muchos aún se hacen los ciegos, muchos se creen ese maldito cuento de que esto es un paraíso, que afuera es peor, se creen el “si no le gusta váyase”, creen en esa colombianidad inventada por nosotros mismos en donde el vallenato es lindo y debe protegerse, en donde somos temidos en todo el mundo, en donde tenemos el acento más bello del planeta y el segundo himno nacional más hermoso. Todas son patrañas, mentiras, basura inventada por un pueblo untado de mierda hasta el pelo y que busca de todas formas ser feliz.
Pero mientras no cambiemos y acá se comience a repartir justicia como debe ser, justicia penal, justicia social, mientras acá no se pueda vivir, esto es un estado fallido disfrazado de carnaval. Y eso señores… eso da pena.
Me declaro entonces en rebeldía contra el sistema de esta patria, desconozco esas leyes y esa constitución que no sirve porque cuando uno apela a sus derechos se ríen de uno en la cara, desconozco las autoridades corruptas, las leyes impuestas por políticos deshonestos y quiero dar la pelea por un país mejor. Por qué esta es mi casa y mi casa se respeta. Y así sea únicamente a través de estas crónicas del lupanar o que me toque salir a pelear a las calles, quiero tratar de dejarles a mis hijas un país que si no es perfecto al menos les dé la oportunidad de poder ser quienes quieran ser sin necesidad de robar y ser un delincuente para no aguantar hambre o para tener un techo en donde dormir. Desconozco esta patria hasta que despertemos, demos batalla y mejoremos un poco, solo un poco esa desigualdad tan grande en la que vivimos y sobre todo, cuando dejemos de premiar a los hijos de puta.
¿De qué me sirvieron todos los años de colegio, los siete años de pregrado, la especialización, la maestría que estoy cursando? Si no tengo para comer en un país en el que nosotros los artistas somos tratados como perros y que solo aquellos que van a lamerle las suelas al estado pueden conseguir para medio sobrevivir. Mejor hubiera sido guerrillero y asesino. Si a mí me hubieran dicho hace 30 años que después de tanto estudio no tendría ni siquiera un rancho para vivir pero que a los guerrilleros les iban a dar casa, sueldo, seguros, viajes, indulto y oportunidades y que encima iban a poder gobernar este potrero llamado patria, me hubiera convertido en el más déspota de ellos, en el más malo, el más salvaje, de seguro sería un héroe para el pueblo como lo son ahora.
Resulta que he trabajado diez años por la escena rock de Colombia logrando cosas que a mi parecer son maravillosas. Durante esos diez años he estado vetado en el estado porque me atreví a decirles de frente lo que son, un atado de ladrones acomodados que se roban miles de millones de pesos y se reparten las oportunidades entre los amigos. Me han vetado personajes insulsos que ni siquiera son músicos o artistas porque me les enfrenté y no les limpié el culo como les gusta acá. ¿Y que he conseguido? Nada… ellos siguen igual robando y lagarteando, siendo colombianos, siendo lo que somos.
Cada vez que las personas enumeran las maravillas de esta patria hablan de La Sierra Nevada, de Caño Cristales, de los cóndores, de los dos mares, de la fauna y la flora, etc. ¿Pero y la gente? Este país puede ser un paraíso pero la gente que habita en él es una basura, la moral nuestra desapareció perdida en la necesidad, vivimos en tal grado de necesidad que acá es imposible vivir si no es pensando en dinero todo el día. La gente acá en Colombia solo piensa en dinero y nada más, porque es tan difícil de conseguir de maneras legales que todo mundo prefiere volverse delincuente.
Esta crónica del lupanar no es chistosa porque en realidad me está doliendo mi país. Me duele ver que la gente se convirtió en tránsfuga, que hacen lo que quieran con nosotros, que el sistema de justicia es un maldito chiste, la policía es la socia de los delincuentes, los jueces aplican justicia a quien puede pagarles, nada funciona, nada… ¿Qué funciona en Colombia? Y lo que más me duele, es que muchos aún se hacen los ciegos, muchos se creen ese maldito cuento de que esto es un paraíso, que afuera es peor, se creen el “si no le gusta váyase”, creen en esa colombianidad inventada por nosotros mismos en donde el vallenato es lindo y debe protegerse, en donde somos temidos en todo el mundo, en donde tenemos el acento más bello del planeta y el segundo himno nacional más hermoso. Todas son patrañas, mentiras, basura inventada por un pueblo untado de mierda hasta el pelo y que busca de todas formas ser feliz.
Pero mientras no cambiemos y acá se comience a repartir justicia como debe ser, justicia penal, justicia social, mientras acá no se pueda vivir, esto es un estado fallido disfrazado de carnaval. Y eso señores… eso da pena.
Me declaro entonces en rebeldía contra el sistema de esta patria, desconozco esas leyes y esa constitución que no sirve porque cuando uno apela a sus derechos se ríen de uno en la cara, desconozco las autoridades corruptas, las leyes impuestas por políticos deshonestos y quiero dar la pelea por un país mejor. Por qué esta es mi casa y mi casa se respeta. Y así sea únicamente a través de estas crónicas del lupanar o que me toque salir a pelear a las calles, quiero tratar de dejarles a mis hijas un país que si no es perfecto al menos les dé la oportunidad de poder ser quienes quieran ser sin necesidad de robar y ser un delincuente para no aguantar hambre o para tener un techo en donde dormir. Desconozco esta patria hasta que despertemos, demos batalla y mejoremos un poco, solo un poco esa desigualdad tan grande en la que vivimos y sobre todo, cuando dejemos de premiar a los hijos de puta.