UN BAR ES MÁS QUE ESO, ES UNA PEQUEÑA COMUNIDAD

Por las calles de Usaquen, localidad histórica de Bogotá, se puede respirar un aire diferente al de toda la ciudad, recorriendo las calles coloniales ahora convertidas en centros turísticos y de recreación uno trata infructuosamente de transportarse al pasado y termina resignándose a pensar en donde gastar mejor los 5 mil pesos de la cerveza.

Al final de las colinas de Usaquen, en una casa roja prefabricada en partes y armada en otras, funciona un bar que con el tiempo ha ido creciendo y convirtiéndose como en un camaleón en un lugar siempre mejor, su nombre Cameo, su dueño José Puentes.

La historia de José no es menos camaleónica que la del bar, hijo de una familia bien de Bucaramanga, ha viajado y recorrido el mundo en busca de aventuras. Su amor por el rock and roll, la noche, la cocina y la bebida le hicieron tomar la decisión a sus casi 40 años de fundar Cameo.

Este personaje tiene una buena historia de vida, fue futbolista, viajero, es actor de la academia Charlot, músico empírico, mal cantante y Chef graduado Lausana Suiza.

Hace años que conozco Cameo, es mas, desde el comienzo, yo tocaba en una banda de rock allá, noche tras noche, fue por esas épocas que empecé a conocer los personajes que habitaban esa pequeña comunidad, Joe, el Barman que con el tiempo se convirtió en el administrador y mejor amigo de José, La Negra, en ese entonces novia y ahora Ex esposa de José Puentes, Marco, el todero, o sea, mesero, portero, relacionista, etc. Y la banda de músicos que se mantiene hasta hoy que llevan mas de 600 conciertos en vivo, un record que no tiene ni Ricky Martín, pero que en una ciudad como Bogotá le puede valer huevo a los demás.

Unas copas fueron cómplices de la conversación con este micro mundo al cual regrese después de seis años de no visitarlo, después de regresar al país y sentir nostalgia por aquellos lugares a los que yo iba en esas noches de rumba de hace tiempo. La excusa perfecta era mi trabajo para la universidad, el mismo que ustedes están leyendo en este momento.

Me siento en una de las mesas de madera maciza, saludo a todos con una sonrisa y un abrazo y mientras esperamos a que llegue la gente yo comienzo lo que llamo una “entrevista socio-melancólica-rumbera” en la cual la técnica utilizada es hablar como pendejo con todos, simulando divertirme pero estacando la información mas importante.

Rodeado de cuadros de rock y recortes de periódico de la revista skape del tiempo en donde Cameo ha sido nombrado como el mejor sitio de rumba rock de la capital por tres años consecutivos, empiezo a hacer preguntas.

Cuando empezaron el bar, José puentes no tenia mas que tres millones de pesos y una novia hermosa, la ilusión lo hizo construir con sus propias manos una casa para vivir y una para el bar, se le caían los techos a diario hasta que al final le toco llamar a un arquitecto a que le ayudara. Con el tiempo el lugar estuvo construido y comenzaron a llegar los “ciudadanos” de este monumento al esfuerzo.

José cuenta que conoció a Joe por que deserto de un bar cercano, cuando el recién llego al bar, era un muchacho joven, borracho y desempleado, hoy en día, esta casado, tiene dos empleos y esta empezando una carrera como pastor evangélico.

La finalidad de este lugar era tener una banda de rock, la cual yo inicie pero deje por irme del país a mochilear, ahora que regreso encuentro una agrupación consolidad llamada “Usaquenke” los cuales tocan muy bien, solo covers y la única canción que dicen es original es una que me plagiaron a mi de cuando yo solía tocar. No me importa, me da risa, la paso bien escuchando a los muchachos y sus historias.

José se ha convertido en un animador por excelencia, este talento le permite disfrazar su falta de experiencia en el canto, pero es por esto mismo, que noche tras noche convoca a una fanaticada ya armada de años a este lugar.

La verdad me pregunto, como es posible que un lugar como este se convierta en un escape o un segundo hogar para muchos, eso me hace pensar en el impacto que tiene la gente sobre las cosas o los lugares, en como la magia del ser humano es capaz de transformar el ladrillo en energía.

Llevándolo hacia el lado comunicativo, yo creo que es un triunfo del espíritu humano y que al final esta es la finalidad de la comunicación, el comunicar con hechos, con acciones contundentes en la gente.

Ya se hace tarde y la gente comienza a llegar al lugar, no me gusta por que José se levanta a saludar a cada uno como si fueran amigos de años, y tal vez lo son, para ser amigo no es necesario estar en contacto con ellos todos los días, tal vez es mas amigo el que con una canción arranca una sonrisa que otros.

Hablo con Joe, con Marcos y otros y me dicen que el bar ya es su casa, su comuna, la pasan allá mas que con sus familias, es una micro comunidad, que interesante. Al final me tomo otro trago y me quedo disfrutando del concierto, uno mas en la vida de José y Cameo, uno de los tantos micro mundos de Bogotá, uno de los tantos que no conocemos.

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