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Observar nuestra vida actual y cotidiana desde un punto decolonial
planteado en este momento por varios autores y teóricos de las ciencias sociales
y los estudios culturales, se convierte en un ejercicio muy curioso para el ojo
común. Nosotros, acostumbrados desde que nacemos al “sistema” que nos enseñan,
a que debemos hacer lo que nos dicen, entender las cosas como supuestamente
son, a crecer, estudiar, trabajar, ganar dinero para poder encajar y después
jugar a “la casita”, reproducirse y morir dejando atrás una vida dichosa en la
que “se realizó como persona”. Este esquema coloca en tela de juicio todo lo
que somos y hemos sido no solo desde nuestro nacimiento sino desde la misma
existencia del ser humano.
Una cosa está clara, somos seres colonizadores, todos, no existe un
pueblo que tal vez no sueñe con algún tipo de poder, sea este intelectual,
político, económico o de fuerza bruta. Cuando se repasa la historia de la
humanidad podemos ver que sencillamente ha sido una sucesión de conquistas, de
guerras, de peleas por tierras, de sometimientos, ¿por qué íbamos a pensar que
para nosotros sería diferente?
Me he preguntado muchas veces que pasaría si las cosas fueran al
contrario, ¿es buena o mala la colonización cultural de los pueblos? ¿Quisiéramos
tal vez nunca haber conocido todo ese torrente de pensamiento occidental que
nos trajeron a América? O en mi caso que también es válido ¿Es justo que un
estado judío haya colonizado tierras ancestrales y estén separando incluso con
muros físicos a los pobladores de sus casas, a punta de fuego y sangre? Hoy en
pleno siglo XXI.
Si me preguntan, mi respuesta tal vez enfadaría a muchas personas, pues
mi campo de acción se ubica en las practicas coloniales, lo que hago, que es
gestión cultural en pro de la circulación, la práctica y el estudio de géneros
que nos llegan desde afuera, está ligado inherentemente a todo ese pensamiento occidental
radical, al capitalismo. Pero es paradójico porque precisamente yo lucho contra
muchas ideas y acciones de estos movimientos y si pensamos de manera filosófica
estos movimientos son necesarios para que lo que yo hago exista, si no
tuviéramos estas presiones colonizadoras, tal vez mi interés sería diferente.
Pensemos en la música, principalmente en la práctica artística del Rock
en Colombia, desde principios del presente siglo ha habido un afán increíble
por “decolonizar” el rock traído de Estados Unidos, de mezclarlo con nuestros
propios ritmos, de encontrar un nuevo sonido, paradójicamente impulsado por un
Inglés en el país. El resultado fue un hibrido que dio nacimiento a varios géneros
incluidos el Tropi-Pop, el Tropi-Rock entre otros que, lo que lograron hacer
fue matar de raíz la expresión pura del rock Colombiano relegando a los que se
mantenían en el formato tradicional de bajos, baterías y guitarras, que se
convirtieran en parias del mismo rock y se desvanecieran de la escena.
Es complicado porque se está viendo en todos los niveles de la sociedad.
Existen actualmente movimientos importantes que luchan por nuestra identidad y
por el rescate de nuestro valores ancestrales, fuimos testigos de cómo los
países de América Latina atendiendo el llamado del otrora presidente de la República
Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez se volcaran a apoyar esta nueva
decolonización”, países como Bolivia y Ecuador sin pensarlo colaboraron con
esta “nueva moda” en la que todo lo que no representara lo nuestro sería
desplazado para darle cabida a lo propio o a lo perdido.
Es interesante, porque incluso en el campo de los estudios académicos
hemos llegado a ser víctimas de todo este movimiento decolonizador.
Universidades Europeas y estadounidenses no validan nuestros estudios como
productores de conocimientos, para ellos no dejamos de estudiar en
“politécnicos”, somos una “rarezas”. Uno de los extractos más importantes para
este punto se da en el texto del profesor Santiago Castro Gómez: “Apogeo y
decadencia de la teoría tradicional: Una visión desde los intersticios” publicado
en el libro “Estudios culturales latinoamericanos, retos desde y sobre la
región Andina” editado en 2003 por la Universidad Andina Simón Bolívar, en
donde se coloca en tela de juicio todos los estudios culturales
latinoamericanos porque tal vez no han aportado nada, se dan argumentos como
que el traslado de estos estudios culturales de Europa a América obligó a que
pasaran de las facultades de ciencias sociales a las de humanidades y que se
convirtieran en una “nueva moda” que hacia fácil escalar en la academia. Pero
si hacemos una mirada profunda debemos entender que nuestra búsqueda del conocimiento
es diferente, tal vez no basada solamente en la razón sino también en lo
sensible, se concluye que los estudios culturales no están en decadencia si no
las maneras de abordarlos. Para el campo de los estudios artísticos, nuestro
campo de conocimiento en construcción el panorama es aún más difícil, porque
tratando nosotros mismos de separarlos de los estudios culturales se nos obliga
a tener miradas que contrastan con ellos, es decir, someterlos al rigor de lo
que existe, otra forma de presión en este caso intelectual.
La decolonización es una idea entonces que busca trascender del mundo
político porque tal vez se piensa erróneamente que con la independencia de los
países se fijó un espejismo de control, una creencia de que ahora todo nos pertenecía,
pero lo que nos pertenecía era lo que nos habían dejado, tiempo atrás la
cultura de cada territorio había sido aniquilada o llevada al exilio,
escondida, vapuleada y humillada hasta tal punto que nuestro ideal entonces hoy
en día es ese “blanqueamiento” que tanto se hace necesario para sentirnos
partes de una sociedad.
Por lado y lado el ambiente se ha tornado inestable y hemos llegado a límites
insospechados como los que se pueden ver hoy en día en las calles de Los Estados
Unidos, un país en donde el movimiento de la raza de color ha luchado durante
siglos por ser libre, una raza que fue arrancada de su tierra natal,
secuestrada y sometida para luego ser falsamente disfrazada de libre. En estos
últimos meses hemos sido testigos de muertes en vivo y en directo por
televisión de ciudadanos y niños que han sido asesinados delante de las cámaras
por policías blancos que después quedan libres sin siquiera tener un juicio,
esto es sin lugar a dudas una expresión hegemónica del pensamiento “blanco”,
que aún seguimos luchando detener y que gran sector de la sociedad ve con
buenos ojos.
Se demuestra entonces que la colonización es el dominio de otras
expresiones sobre las nuestras pero ¿Cómo hacerle frente al rescate de lo
nuestro en un mundo globalizado?
Esa necesidad de “blanqueamiento” al que todos somos sometidos por parte
de la educación tradicional y de los medios de comunicación solo puede ser
comparada con la colonia en sí misma, cuando evangelizadores nos enseñaron cual
era el Dios que debía adorarse, el rey que debía respetarse y el idioma que
debía hablarse, hoy sin darnos cuenta estamos planteando un “blanqueamiento”
voluntario en donde todos queremos encajar, tener el ultimo celular, escuchar
la música que es mundial, conocer las noticias de fuera, negar nuestra realidad
y tratar de acoplarla a los estándares que pide el planeta actualmente, las
formas de dominación han cambiado y ya no nos queman en la plaza pública pero
nos infunden castigos que pueden llegar a convertirnos en exiliados en nuestra
propia tierra, esos estados de necesidad son los usados hoy por el colonizador
para mantener a las personas sometidas, esperando una oportunidad, haciendo
creer que quien debe encajar es el individuo y que esas formas de poder están
bien y luchan es por el bienestar de todo el pueblo, de toda la comunidad, hoy
hasta las empresas que dicen trabajar por las causas justas se han visto
involucradas en esquemas de poder nocivos para el ser humano. Ya lo dice
Eduardo Galeano en su texto “Ser como ellos” vivimos soñando con alcanzar el
punto en el que están las sociedades que nos han vendido como “las de punta” y
queramos aceptarlo o no, se ha creado en nosotros un estilo de vida competitivo
en donde inferimos que nuestro éxito en la vida será medido en cuanto nos
acerquemos a ser como aquellos que vemos lejanos, que conquistan fortunas, que
hablan con propiedad, que se ufanan de títulos y poderes, no en vano el alcalde
de Cartagena colocó una costosa placa de Mármol en honor a “los valientes
ingleses” caídos en combate, esto sería el equivalente a que los Estados Unidos
colocaran en la base del World Trade Center una placa en honor a los “valientes
suicidas musulmanes que hicieron el atentado en Septiembre del 2001”. Y sin
embargo, algunos están cómodos con esta posición.
Podemos llegar a pensar incluso que la naturaleza humana corresponde al
dominio, ese pensamiento social del que algunos hacen alarde debe ser una de
dos cuestiones: O se es una manipulación para ganar la confianza y al final
terminar siendo el dominador o será tal vez la victoria sobre la naturaleza instintiva
del mamífero a ser un líder o a seguir líderes, planteado como el amor monógamo
en donde el hombre lucha contra su naturaleza y escoge una sola pareja con la
que pasará el resto de la vida. “el poder
es una relación social de dominación/explotación/conflicto por el control de
cada uno de los ámbitos de la experiencia social humana:
trabajo/recursos/productos; sexo/recursos/productos;
subjetividad/recursos/productos; autoridad colectiva/recursos/productos”
(Quijano, 2001: 15).
Igualmente, se puede sentir que los movimientos actuales por la
recuperación de la identidad y el patrimonio cultural en algunos pueblos
indígenas también están contaminados por el odio y el resentimiento. En una
charla reciente con dos académicos de la comunidad Nasa de Colombia, académicos
en el sentido que han asistido a la universidad, estudiado y completado los
requerimientos de pregrado, maestría y doctorado y que es desde este punto de
vista que han colocado su lugar de enunciación para el movimiento
“decolonizador” adquirido en un modelo occidental, se puede percibir que
sienten que miran a los demás de forma altiva. En dicha charla se dio una
pequeña discusión cuando se les preguntó cuál había sido la forma de
conservación de las melodías que interpretaban con instrumentos que ellos
mismos habían elaborado por siglos, ¿Cómo preservaban la melodía? ¿Tenían
alguna forma de notación? Y esto fue sentido como un ataque, el argumento que
recibí es que ellos eran Nasa y que la sangre y el espíritu llevaba esta
información de generación en generación, es decir, él estaba tan seguro de que
el sonido de la Quena era el mismo de siglos atrás porque el espíritu de los
Nasa corría por sus venas y al cantar en la lengua original esto lo ligaba con
sus antepasados, de hecho se pudo sentir que no validaba a los compositores
clásicos como Mozart ya que decía que ellos al contrario debían escribir en
notas sus composiciones para poder preservarlas.
¿Cómo queremos entonces llegar a un entendimiento si tampoco hay un
conceso lógico para poder compenetrarse con sus saberes? Generalmente, ellos
como si fueran activistas radicales de alguna religión, encuentran sus
propósitos y respuestas en argumentos místicos que no todos compartimos o no
todos entendemos, dejando a un lado si sean ciertos o no, está la
responsabilidad de demostrarlo. Algo para reflexionar.
Teniendo en
cuanta la visión de la matriz colonial del poder y la división de lo colonial
en el escrito sobre pensamiento crítico y matriz (de)colonial, autores como
Lander, Mignolo y Catherine Walsh han hecho aportes que colocan en evidencia,
muestra como son los dispositivos de acción y los esfuerzos de deconstrucción
de los patrones de poder en este mundo globalizado como se ha venido planteando
en este escrito.
Lander por
ejemplo, hace referencia a un modelo civilizatorio hegemónico que está de
acuerdo con los planteamientos de colonialidad y poder como los trata Quijano,
todo esto se asocia entonces con nuestra noción de "matriz colonial" la
cual analizan desde una posición crítica a todos aquellos discursos eurocéntricos
a los que estamos tan acostumbrados.
"La experiencia
histórica particular de la sociedad liberal capitalista y la cosmovisión
liberal se ontologizan como el estado "natural", "normal"
de la sociedad, una vez se han superado las fases históricas
"primitivas" o "atrasadas" anteriores. De esta manera, el
individualismo posesivo, las separaciones entre los ámbitos de la vida
colectiva (Lo político, lo social, lo cultural, lo económico), y una concepción
de la riqueza y de la buena vida asociada unilateralmente a la acumulación de
bienes materiales propias de la sociedad liberal, se convierten en plantilla
universal para juzgar las carencias o deficiencias, atrasos o pobrezas de los
demás pueblos y culturas del planeta.
A partir
de la hegemonía de este cuerpo artículado de supuestos, los principales
procesos de trasformación del mundo contemporáneo, la globalización de los
mercados y de los movimientos financieros, las políticas de desregularización y
apertura, así como los ajustes estructurales y el desmantelamiento de las políticas
sociales estatales, no constituyen procesos de adaptación a las "transformaciones
tecnológicas", a las nuevas condiciones creadas por la
"globalización", entendidos estos como un nuevo estadio de las
sociedad "moderna" o "posmoderna". Desde el sentido común
establecido por la hegemonía del pensamiento liberal, estos procesos son
asumidos como inexorable historia natural. En los análisis y debates en torno a
estos desaparecen los actores, con sus intereses, sus estrategias, sus
contradicciones y oposiciones. El efecto más potente de esta naturalización de
los procesos sociales es su eficacia en hacer opacas las relaciones de poder
constitutivas de las tendencias hegemónicas de la globalización (Lander, 2002:
2)
¿Cómo poder hablar de una decolonización cuando lo que hago está ligado
a estos movimientos que se ven como colonizadores? ¿Cuál sería mi respuesta en
ese momento en donde alguien me pregunte? ¿Pero usted trabaja con expresiones
como el Rock, como la novelas o las películas, las cuales lo que tratan de
hacer es un adoctrinamiento ideológico? Pues es más fácil de lo que parece, el
Rock a su vez fue una expresión decolonizadora en Los Estados Unidos, música nacida
de esclavos que buscaban su liberación y no solo por esto sino porque debemos
de dar crédito a las expresiones universales. El objetivo de esta mirada
decolonial no debe ser el de negar todo lo que se ha vivido, lo que se ha hecho
o lo que se ha aprendido, esto sería sencillamente ilógico, las batallas se
ganan o se pierden pero las personas siguen viviendo bajo sus regímenes o en la
libertad de la victoria. El Rock es una expresión como muchas otras que ha cautivado
por su belleza artística y por su versatilidad de adaptarse por lo tanto pierde
su categoría colonial al nosotros apropiarnos de ella, y al hacerlo, la acción
decolonizadora es doble ya que lo fue una vez y nosotros la repotenciamos al transformarla.
Esto no quiere decir que no sufra de movimientos y mutaciones que lo deconstruyen
como por ejemplo todo este movimiento de fusión que se dio en Colombia a
principios del siglo XXI en donde casi lo extingue. Si miramos esto en otros
contextos, vemos que en la vida diaria encontramos fenómenos como la novela
televisiva latinoamericana, que busca sembrar en la conciencia del espectador
problemas nuestros y la forma en como los solucionamos, muchas veces la
historia se vuelve universal pero en lugar de transmitir la producción nuestra,
el otro país compra la historia y al adapta al modelo real de su contexto ¿No
es esto decolonial? ¿No es esto una forma de demostrar que los problemas de
todos son los mismos solo que los tratamos de diferentes maneras? Tal vez todos
somos iguales, víctimas y victimarios, lo que nos diferencia entonces en la
victoria o la derrota, ya que el ganador siempre será quien dicte la norma y el
perdedor siempre será el que cree movimientos intelectuales y académicos para
“llorar” la perdida de la identidad que podría llegar a ser un deseo oculto de
poder ser el colonizador. ¿No se ha visto acaso en Bolivia, Venezuela, Ecuador?
En donde los movimientos indígenas, liberadores, decolonizadores alcanzaron el
poder solo para convertirse ahora en “El nuevo colonizador”.
@felipeszarruk
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