
Colombia parece no querer aprender de nadie, el país se
mantiene en esa posición de pensar que somos lo mejor de lo mejor que ha dado
el planeta y que, aunque vivimos en condiciones paupérrimas nos basta con ser
el país más feliz del mundo. Ya muchos olvidaron el fatídico y mortal episodio
en que activistas armados entraron a masacrar a todos los que estuvieran
presenten en el edificio donde funcionaba el periódico Charlie Hebdo en París,
hechos que fueron desencadenados por la publicación sistemática de burlas en
forma de caricatura a Mahoma, máximo profeta de la religión musulmana. Muchos
condenaron el brutal acto, pero nadie se detuvo a pensar en que fue lo que
sucedió.
Hace unos días en Colombia el caricaturista Matador publicó
un dibujo en donde presenta al candidato Iván Duque como Porky el personaje de Warner
Bros. Cómo no tenemos memoria se nos olvida el escándalo que se armó cuando
Daniel Samper fue vapuleado por Uribe en las redes, Samper salió corriendo a
armar el escándalo hasta que logró que la ley obligara a Uribe a retractarse.
No me malinterpreten, no simpatizo con Duque, ni Uribe, ni Petro y en realidad
la política colombiana me causa tal desconfianza que creo que muy poco es
rescatable, este artículo trata de la dignidad de cualquier persona.
La retractación es el recurso habitual de nosotros los
periodistas para lavarnos las manos después de insultar o a agredir a alguien
si este se siente ofendido e inicia alguna acción legal. La revista Semana
explicó el alcance de este recurso en un artículo en su edición impresa y
digital:
Desde la Constitución Política se exige a los medios de comunicación
que la información que den, sea veraz e imparcial y teniendo en cuenta una
responsabilidad social, como lo señala el artículo 20. En este mismo artículo
se garantiza la libertad de expresión, pero entendido en los anteriores
términos. Ahora bien, en la misma norma se establecen correctivos en caso de
que lo informado no sea cierto, por ejemplo, a través del derecho a la
rectificación. De igual manera se puede acudir a la acción de tutela para
enmendar informaciones falaces.
¿Pero qué sucede cuando de lo dicho a través de un medio de
comunicación se afecta la honra y el buen nombre? En ese caso el derecho penal
entra a actuar. Hay algunas voces muy reconocidas y respetadas que se niegan a
que a través del ejercicio punitivo del Estado se castigue la ofensa o el
agravio, sin embargo, es menester señalar que el derecho penal tiene como
finalidad sancionar las conductas que atenten contra derechos fundamentales,
por eso, cuando se lesiona la vida se consagra el homicidio o el aborto; si es
la libertad se crea el delito de secuestro y así sucesivamente. En el caso de
improperios estos pueden afectar un derecho como es la honra, el honor y el
buen nombre y ahí se establecen los delitos de injuria (esto es, realizar
imputaciones deshonrosas), y de calumnia (endilgarle a una persona la comisión
de un delito).
El código penal establece una pena más alta en aquellos casos en los
cuales estas conductas se realicen por medios masivos de comunicación y
establece posibilidades de terminar los procesos penales sin ir a un juicio,
por ejemplo, cuando las injurias o las calumnias sean reciprocas. Para ponerlo
en términos sencillos en las peleas verbales, no hay lugar a iniciar ninguna
acción judicial.
Asimismo, la retractación, es otra forma de terminar con la responsabilidad
penal, pero esta debe darse bajo las mismas condiciones y circunstancias en que
se dio el agravio, no es sino recordar cuando la actriz Marcela Mar lanzó unos
comentarios injuriosos en contra de la también actriz Sara Corrales en un
programa de televisión de farándula, el problema se resolvió cuando la misma
actriz en una emisora radial de amplia difusión se retractó de lo expresado.
El candidato en cuestión interpuso una tutela y no importa
si fallan a favor o en contra, el daño ya está hecho, todos los días en las
redes a este candidato lo llaman Porky, marrano, cochino, etc. Trascendió la caricatura
y Matador estigmatizo al candidato. Ha pasado con muchas personas y a estos
medios les basta únicamente con retractarse y ya. Lo mismo con candidatos que
ofendan a otros o con personas que ofendan a otras.

La corte constitucional de Colombia emitió un decreto en
contra de los portales de noticias falsas como Actualidad Panamericana, que son
medios que se aprovechan de la ignorancia del pueblo para generar dinero. La
forma es fácil, inventan noticias falsas muchas veces calumniando y
desprestigiando a algún personaje lo cual les genera tráfico que se traduce en
dinero por los anuncios de Google en la plataforma Adsense o en las visitas y
videos de YouTube o algún otro recurso parecido, el descaro de este portal en
Colombia ha llegado a tal punto que han editado un libro y el distrito los
contrata para redactar guiones, ese es el nivel actual de la intelectualidad
del país, la gente comparte más noticias falsas que verdaderas sin preocuparse
siquiera por consultar otras fuertes o por saber si lo que se comparte es
verídico o no.
Pero todo tiene un límite y aunque al parecer no vivimos
junto a extremistas que entrarían a masacrar a tiros a la redacción de El
Tiempo por la caricatura de Matador, si debemos tener cuidado los periodistas
en saber hasta dónde se puede llegar para no destruir la dignidad de una
persona, sea esta quien sea, el periodismo debe ser responsable. Porque al
parecer cuando el periodista es el indignado el escándalo si es grande.
La caricatura es un género periodístico eficaz que se
utiliza para hacer declaraciones, para criticar o para hacer denuncias, es
contundente la mayoría de los casos y es poderoso. Precisamente por eso hay que
tener cuidado de identificar cuando se rompe esa fina y delgada línea entre la
libertad de expresión y los derechos de una persona. Una crítica tiene límites
y no podemos caer en lo más bajo de la pirámide de la argumentación, usando
falacias lógicas como la Ad Hominen para desprestigiar a una persona y destruir
su nombre o peor aún, caer en lo más bajo que es el insulto disfrazándolo de
una obra de arte sublime llamada caricatura. Eso es mentiras, eso es ilegal y
eso debe parar ya.

En un debate de la Red Ética del Periodismo se plantearon
las siguientes cinco preguntas que para este escrito son muy interesantes y se
invita a pensar en sus respuestas:
1. ¿Hasta qué punto se pueden tratar temas periodísticos de
modo humorístico sin caer en la frivolidad?
2. ¿Es ético que un caricaturista se burle de los
infortunios de un personaje público?
3. ¿Debe un caricaturista respetar también el compromiso
periodístico con la verdad?
4. ¿Hasta qué punto son éticos los montajes humorísticos
reproducidos por medios de comunicación?
5. ¿Se puede hablar de una ética del caricaturista?
Desde luego todos tendrán su posición, pero esto no es
suficiente, debemos llegar a un acuerdo para establecer los límites permitidos
para hablar responsablemente de una situación o personaje en específico, a la
gente le encanta pisotear a los demás, pero no ser pisoteados, lo que sucede es
que nosotros los periodistas estamos “protegidos” por algunas leyes
internacionales las cuales hacemos valer generalmente a través de los medios en
donde trabajamos o de los medios amigos.
¿Qué es una caricatura?
Una caricatura es un retrato que exagera o distorsiona la apariencia
física de una persona o varias, en ocasiones un estrato de la sociedad
reconocible, para crear un parecido fácilmente identificable, generalmente,
humorístico. También puede tratarse de alegorías. Su técnica usual se basa en
recoger los rasgos más marcados de una persona y exagerarlos o simplificarlos
para causar comicidad o para representar un defecto moral a través de la
deformación de los rasgos.
Las caricaturas hacen parte del género periodístico de la opinión. Como
tal, están sujetas a los principios éticos básicos como la Verdad,
Independencia, Equidad, Imparcialidad, Humanidad, y Responsabilidad.
De acuerdo con un texto de la Fundación para el nuevo
periodismo iberoamericano, la Humanidad se refiere a que “los periodistas no
deben dañar a nadie. Lo que publiquemos puede ser hiriente, pero debemos ser
conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los
demás”. Utilizando la responsabilidad periodística, cumplimos y establecemos
los protocolos, para divulgar información confrontable y verificable.
En el caso colombiano, si una publicación desemboca en la
injuria y la calumnia, el autor podría responder en lo penal, por una conducta
tipificada como ilegal. En la sentencia C-189 de 1994 la Corte Constitucional
de Colombia es bastante explícita en los límites de las libertades en cuestión:
“La libertad de fundar medios de comunicación masiva que consagra el
artículo 20 de la Carta, se encuentra íntimamente relacionada con la libertad
de expresión, de opinión y de información, puesto que tales medios se
constituyen en instrumentos eficaces para difundir las ideas, el pensamiento y
la información.
Evidente que en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de
Derecho, no puede haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de
un derecho, es la negación de la jurídica, y, si se trata de un derecho
subjetivo, tratarlo como absoluto es convertirlo en un antiderecho, pues ese
sólo concepto implica la posibilidad antijurídica del atropello de los derechos
de los otros y a los de la misma sociedad” (sent. T-512/92 Mag. Dr. José
Gregorio Hernández Galindo), y por el contrario está sometido a ciertas
limitaciones como se verá en seguida”.
El anterior es un aparte de la sentencia, en la cual la Corte resolvió
una demanda en contra de un particular, quien aseguraba que el Estado no
debería establecer ninguna regulación en la creación y operación de medios de comunicación, porque
sería contrario a la Constitución Política.
Es diferente hablar de las acciones de una persona, criticar
su mal proceder o abrir los ojos de los demás en caso de que algo que está mal
se presente, pero eso no tiene nada que ver con degradar destruir y
desprestigiar procesos o personajes por el hecho de no estar de acuerdo con sus
acciones o no pensar como ellos y para esto tomare como ejemplo mi propio caso
para que se den cuenta en lo que puede desencadenar el uso de esta “libertad”
de destruir a los demás.
Hace un año coloqué una acción de tutela al Festival Rock al
Parque por su desfachatez al incluir géneros como la Cumbia, la Carranga y
otros presentándolos como rock, eso es sencillamente una estafa. El Portal Actualidad
Panamericana me desdibujó presentándome como “Un payaso que organiza unos
payasoscares”. Yo no soy un personaje público y en el imaginario colectivo no
hay forma una preconcepción de mi persona por lo tanto se quedan con la noticia
falsa. Llegó a tal que algunos de mis detractores la usaron con eficacia para
degradarme y eso afecto mi trabajo. Lo más interesante es que Actualidad
Panamericana contrata con el distrito lo cual hace pensar que hay un conflicto de
intereses y están defendiendo a “sus patrones” en un ataque directo y
premeditado que tiene como objetivo destruir la reputación de quien se atreva a
denunciar las irregularidades de quienes les giran los cheques.
Yo por supuesto demandé penalmente a Actualidad Panamericana
por Injuria y Calumnia, como periodista sé muy bien hasta donde pueden llegar
los límites y los derechos de los demás, esto se aprende en las facultades de
comunicación, lugar que no tienen necesidad de pisar los “periodistas”
colombianos porque basados en la libertad de expresión el estado anulo
cualquier requisito para ejercer la profesión y ser periodista significa
creérselo y comenzar a hablar a diestra y siniestra sin importar nada más.
¿Sería la regularización del periodismo responsable un acto
de totalitarismo?
Una periodista del diario El País defiende como un derecho la
libertad de burlarse de todo ¿Hasta donde llega ese derecho?
Charlie Hebdo fue tal vez el
único medio de comunicación europeo que, a pesar de las amenazas y de un
atentado hace siete años, insistió en defender el derecho a continuar
burlándose de todas las religiones, no solo de Mahoma sino del Papa, de los
rabinos, de los predicadores. Son unos anarquistas, irreverentes e iconoclastas
que consideran que no hay nada sagrado, ni nadie es intocable y cualquier
individuo por más poder que ostente es sujeto de burla y de sátira.
¿Es burlarse y destruir al otro un derecho solo por ser
periodista? Es un debate que hay que pensar, porque entonces el periodista no
debería tener tampoco el derecho a defenderse al ser atacado después de hacer
la burla, parece que los derechos solo funcionan para un solo lado y que en
Colombia como en todo el planeta muchos de los periodistas son morrongos y
cobardes, tiran la piedra y no quieren que el otro la recoja y se las devuelva.
Lo cierto es que el debate queda abierto y aún hay mucha
tela que cortar.
Felipe
Szarruk. Comunicador social de la UNAD con énfasis en Comunicación Comunitaria
y formación paralela en artes (Cine, música, arte dramático), Magister en
Estudios Artísticos de la Facultad ASAB de la U.Distrital Fco José de Caldas.
Es fundador del colectivo de medios alternativos Subterránica y compositor en
Repxblica de Cxervos. www.szarruk.com www.subterranica.com