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miércoles, 14 de marzo de 2018

LOS LÍMITES DE LA CARICATURA PERIODÍSTICA Y SU REPERCUSIÓN EN LA SOCIEDAD ACTUAL

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Colombia parece no querer aprender de nadie, el país se mantiene en esa posición de pensar que somos lo mejor de lo mejor que ha dado el planeta y que, aunque vivimos en condiciones paupérrimas nos basta con ser el país más feliz del mundo. Ya muchos olvidaron el fatídico y mortal episodio en que activistas armados entraron a masacrar a todos los que estuvieran presenten en el edificio donde funcionaba el periódico Charlie Hebdo en París, hechos que fueron desencadenados por la publicación sistemática de burlas en forma de caricatura a Mahoma, máximo profeta de la religión musulmana. Muchos condenaron el brutal acto, pero nadie se detuvo a pensar en que fue lo que sucedió.

Hace unos días en Colombia el caricaturista Matador publicó un dibujo en donde presenta al candidato Iván Duque como Porky el personaje de Warner Bros. Cómo no tenemos memoria se nos olvida el escándalo que se armó cuando Daniel Samper fue vapuleado por Uribe en las redes, Samper salió corriendo a armar el escándalo hasta que logró que la ley obligara a Uribe a retractarse. No me malinterpreten, no simpatizo con Duque, ni Uribe, ni Petro y en realidad la política colombiana me causa tal desconfianza que creo que muy poco es rescatable, este artículo trata de la dignidad de cualquier persona.
La retractación es el recurso habitual de nosotros los periodistas para lavarnos las manos después de insultar o a agredir a alguien si este se siente ofendido e inicia alguna acción legal. La revista Semana explicó el alcance de este recurso en un artículo en su edición impresa y digital:

Desde la Constitución Política se exige a los medios de comunicación que la información que den, sea veraz e imparcial y teniendo en cuenta una responsabilidad social, como lo señala el artículo 20. En este mismo artículo se garantiza la libertad de expresión, pero entendido en los anteriores términos. Ahora bien, en la misma norma se establecen correctivos en caso de que lo informado no sea cierto, por ejemplo, a través del derecho a la rectificación. De igual manera se puede acudir a la acción de tutela para enmendar informaciones falaces.

¿Pero qué sucede cuando de lo dicho a través de un medio de comunicación se afecta la honra y el buen nombre? En ese caso el derecho penal entra a actuar. Hay algunas voces muy reconocidas y respetadas que se niegan a que a través del ejercicio punitivo del Estado se castigue la ofensa o el agravio, sin embargo, es menester señalar que el derecho penal tiene como finalidad sancionar las conductas que atenten contra derechos fundamentales, por eso, cuando se lesiona la vida se consagra el homicidio o el aborto; si es la libertad se crea el delito de secuestro y así sucesivamente. En el caso de improperios estos pueden afectar un derecho como es la honra, el honor y el buen nombre y ahí se establecen los delitos de injuria (esto es, realizar imputaciones deshonrosas), y de calumnia (endilgarle a una persona la comisión de un delito).

El código penal establece una pena más alta en aquellos casos en los cuales estas conductas se realicen por medios masivos de comunicación y establece posibilidades de terminar los procesos penales sin ir a un juicio, por ejemplo, cuando las injurias o las calumnias sean reciprocas. Para ponerlo en términos sencillos en las peleas verbales, no hay lugar a iniciar ninguna acción judicial.

Asimismo, la retractación, es otra forma de terminar con la responsabilidad penal, pero esta debe darse bajo las mismas condiciones y circunstancias en que se dio el agravio, no es sino recordar cuando la actriz Marcela Mar lanzó unos comentarios injuriosos en contra de la también actriz Sara Corrales en un programa de televisión de farándula, el problema se resolvió cuando la misma actriz en una emisora radial de amplia difusión se retractó de lo expresado.


El candidato en cuestión interpuso una tutela y no importa si fallan a favor o en contra, el daño ya está hecho, todos los días en las redes a este candidato lo llaman Porky, marrano, cochino, etc. Trascendió la caricatura y Matador estigmatizo al candidato. Ha pasado con muchas personas y a estos medios les basta únicamente con retractarse y ya. Lo mismo con candidatos que ofendan a otros o con personas que ofendan a otras.

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La corte constitucional de Colombia emitió un decreto en contra de los portales de noticias falsas como Actualidad Panamericana, que son medios que se aprovechan de la ignorancia del pueblo para generar dinero. La forma es fácil, inventan noticias falsas muchas veces calumniando y desprestigiando a algún personaje lo cual les genera tráfico que se traduce en dinero por los anuncios de Google en la plataforma Adsense o en las visitas y videos de YouTube o algún otro recurso parecido, el descaro de este portal en Colombia ha llegado a tal punto que han editado un libro y el distrito los contrata para redactar guiones, ese es el nivel actual de la intelectualidad del país, la gente comparte más noticias falsas que verdaderas sin preocuparse siquiera por consultar otras fuertes o por saber si lo que se comparte es verídico o no.

Pero todo tiene un límite y aunque al parecer no vivimos junto a extremistas que entrarían a masacrar a tiros a la redacción de El Tiempo por la caricatura de Matador, si debemos tener cuidado los periodistas en saber hasta dónde se puede llegar para no destruir la dignidad de una persona, sea esta quien sea, el periodismo debe ser responsable. Porque al parecer cuando el periodista es el indignado el escándalo si es grande.

La caricatura es un género periodístico eficaz que se utiliza para hacer declaraciones, para criticar o para hacer denuncias, es contundente la mayoría de los casos y es poderoso. Precisamente por eso hay que tener cuidado de identificar cuando se rompe esa fina y delgada línea entre la libertad de expresión y los derechos de una persona. Una crítica tiene límites y no podemos caer en lo más bajo de la pirámide de la argumentación, usando falacias lógicas como la Ad Hominen para desprestigiar a una persona y destruir su nombre o peor aún, caer en lo más bajo que es el insulto disfrazándolo de una obra de arte sublime llamada caricatura. Eso es mentiras, eso es ilegal y eso debe parar ya.

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En un debate de la Red Ética del Periodismo se plantearon las siguientes cinco preguntas que para este escrito son muy interesantes y se invita a pensar en sus respuestas:

1. ¿Hasta qué punto se pueden tratar temas periodísticos de modo humorístico sin caer en la frivolidad?
2. ¿Es ético que un caricaturista se burle de los infortunios de un personaje público?
3. ¿Debe un caricaturista respetar también el compromiso periodístico con la verdad?
4. ¿Hasta qué punto son éticos los montajes humorísticos reproducidos por medios de comunicación?
5. ¿Se puede hablar de una ética del caricaturista?


Desde luego todos tendrán su posición, pero esto no es suficiente, debemos llegar a un acuerdo para establecer los límites permitidos para hablar responsablemente de una situación o personaje en específico, a la gente le encanta pisotear a los demás, pero no ser pisoteados, lo que sucede es que nosotros los periodistas estamos “protegidos” por algunas leyes internacionales las cuales hacemos valer generalmente a través de los medios en donde trabajamos o de los medios amigos.

¿Qué es una caricatura?

Una caricatura es un retrato que exagera o distorsiona la apariencia física de una persona o varias, en ocasiones un estrato de la sociedad reconocible, para crear un parecido fácilmente identificable, generalmente, humorístico. También puede tratarse de alegorías. Su técnica usual se basa en recoger los rasgos más marcados de una persona y exagerarlos o simplificarlos para causar comicidad o para representar un defecto moral a través de la deformación de los rasgos.
Las caricaturas hacen parte del género periodístico de la opinión. Como tal, están sujetas a los principios éticos básicos como la Verdad, Independencia, Equidad, Imparcialidad, Humanidad, y Responsabilidad.


De acuerdo con un texto de la Fundación para el nuevo periodismo iberoamericano, la Humanidad se refiere a que “los periodistas no deben dañar a nadie. Lo que publiquemos puede ser hiriente, pero debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los demás”. Utilizando la responsabilidad periodística, cumplimos y establecemos los protocolos, para divulgar información confrontable y verificable.


En el caso colombiano, si una publicación desemboca en la injuria y la calumnia, el autor podría responder en lo penal, por una conducta tipificada como ilegal. En la sentencia C-189 de 1994 la Corte Constitucional de Colombia es bastante explícita en los límites de las libertades en cuestión:

“La libertad de fundar medios de comunicación masiva que consagra el artículo 20 de la Carta, se encuentra íntimamente relacionada con la libertad de expresión, de opinión y de información, puesto que tales medios se constituyen en instrumentos eficaces para difundir las ideas, el pensamiento y la información.

Evidente que en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de Derecho, no puede haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de un derecho, es la negación de la jurídica, y, si se trata de un derecho subjetivo, tratarlo como absoluto es convertirlo en un antiderecho, pues ese sólo concepto implica la posibilidad antijurídica del atropello de los derechos de los otros y a los de la misma sociedad” (sent. T-512/92 Mag. Dr. José Gregorio Hernández Galindo), y por el contrario está sometido a ciertas limitaciones como se verá en seguida”.

El anterior es un aparte de la sentencia, en la cual la Corte resolvió una demanda en contra de un particular, quien aseguraba que el Estado no debería establecer ninguna regulación en la creación  y operación de medios de comunicación, porque sería contrario a la Constitución Política.


Es diferente hablar de las acciones de una persona, criticar su mal proceder o abrir los ojos de los demás en caso de que algo que está mal se presente, pero eso no tiene nada que ver con degradar destruir y desprestigiar procesos o personajes por el hecho de no estar de acuerdo con sus acciones o no pensar como ellos y para esto tomare como ejemplo mi propio caso para que se den cuenta en lo que puede desencadenar el uso de esta “libertad” de destruir a los demás.

Hace un año coloqué una acción de tutela al Festival Rock al Parque por su desfachatez al incluir géneros como la Cumbia, la Carranga y otros presentándolos como rock, eso es sencillamente una estafa. El Portal Actualidad Panamericana me desdibujó presentándome como “Un payaso que organiza unos payasoscares”. Yo no soy un personaje público y en el imaginario colectivo no hay forma una preconcepción de mi persona por lo tanto se quedan con la noticia falsa. Llegó a tal que algunos de mis detractores la usaron con eficacia para degradarme y eso afecto mi trabajo. Lo más interesante es que Actualidad Panamericana contrata con el distrito lo cual hace pensar que hay un conflicto de intereses y están defendiendo a “sus patrones” en un ataque directo y premeditado que tiene como objetivo destruir la reputación de quien se atreva a denunciar las irregularidades de quienes les giran los cheques.

Yo por supuesto demandé penalmente a Actualidad Panamericana por Injuria y Calumnia, como periodista sé muy bien hasta donde pueden llegar los límites y los derechos de los demás, esto se aprende en las facultades de comunicación, lugar que no tienen necesidad de pisar los “periodistas” colombianos porque basados en la libertad de expresión el estado anulo cualquier requisito para ejercer la profesión y ser periodista significa creérselo y comenzar a hablar a diestra y siniestra sin importar nada más.

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¿Sería la regularización del periodismo responsable un acto de totalitarismo?

Una periodista del diario El País defiende como un derecho la libertad de burlarse de todo ¿Hasta donde llega ese derecho?

Charlie Hebdo fue tal vez el único medio de comunicación europeo que, a pesar de las amenazas y de un atentado hace siete años, insistió en defender el derecho a continuar burlándose de todas las religiones, no solo de Mahoma sino del Papa, de los rabinos, de los predicadores. Son unos anarquistas, irreverentes e iconoclastas que consideran que no hay nada sagrado, ni nadie es intocable y cualquier individuo por más poder que ostente es sujeto de burla y de sátira.


¿Es burlarse y destruir al otro un derecho solo por ser periodista? Es un debate que hay que pensar, porque entonces el periodista no debería tener tampoco el derecho a defenderse al ser atacado después de hacer la burla, parece que los derechos solo funcionan para un solo lado y que en Colombia como en todo el planeta muchos de los periodistas son morrongos y cobardes, tiran la piedra y no quieren que el otro la recoja y se las devuelva.

Lo cierto es que el debate queda abierto y aún hay mucha tela que cortar.


Felipe Szarruk. Comunicador social de la UNAD con énfasis en Comunicación Comunitaria y formación paralela en artes (Cine, música, arte dramático), Magister en Estudios Artísticos de la Facultad ASAB de la U.Distrital Fco José de Caldas. Es fundador del colectivo de medios alternativos Subterránica y compositor en Repxblica de Cxervos. www.szarruk.com www.subterranica.com

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