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viernes, 21 de mayo de 2021

Ese colombiano que somos todos.


Ese hijo de puta que nunca pisó un salón de clases en una universidad, pero cree que es dueño de todo el conocimiento acumulado del universo en su cabeza y que se las sabe todas, ese que cree que un título es un cartón en la pared y que la vida lo formó mejor que a todos, ese que vive dando clases sin solicitar a todo el mundo diciendo “tomas demasiado”, “la Coca-Cola es mala”, “lo que usted piensa es estúpido”, “Fumar mata” y destilando cuanta mierda moral mira en RCN y Caracol o según los dogmas que tenga instalados en su cerebro.

Ese colombiano ignorante que cree en todos los titulares, en Actualidad Panamericana y que vive pasando por Facebook y Whatsapp cadenas religiosas, políticas, leyendas, misterios y teorías de la conspiración para convencer a los demás de que la vacuna trae un chip, que el 5G mata, que nos espían en el inodoro y cuanta mierda le dicen y no constata. Ese colombiano salvaje que no ha leído un libro es su vida y que defiende a letra muerta los asesinatos de las fuerzas públicas porque son “justificables” ya que en la “oposición” hay asesinos, el colombiano corrupto, como esos que trabajan en las artes y roban, roban, desfalcan, segregan, apartan, y no solo en las artes sino en cualquier otro trabajo, porque Colombia no tiene nada que no sea corrupto, absolutamente nada. Ese colombiano tóxico y malparido que se dedica a levantar falso testimonio de los demás sin conocerlos, a calumniar a los que le caen mal sencillamente por existir y al no poder hacer nada en esta vida entonces se dedican a destruir lo que hacen los demás, ese colombiano rata que se disfraza de gran amigo solo para conseguir favores de los demás y es un embudo que pide y pide pero a la hora de dar no ofrece ni mierda, el colombiano estúpido que tiene la jeta enorme y los puños pequeños, que amenaza a diestra y siniestra pero se esconde en las sombras a la hora de la confrontación, o ese colombiano asesino y violento que no lo piensa dos veces antes de darle cuarenta puñaladas a otra personas o de meterle ocho tiros a alguien que está marchando y bailando porque está inconforme, ese colombiano pedazo de mierda que cree que dándole la espalda a la realidad la cambia, ese colombiano que copia en su cabeza las doctrinas que ve en películas o noticias de todas partes y vive creyendo que la moral es flexible y que los cuentos de ahora como la cultura de la cancelación, cambiar y borrar la historia es algo sofisticado y útil. Ese cabrón que atiende mal en la tienda, que es grosero en el bar, ese taxista ladrón que trata mal a los pasajeros y le pone muñecos al carro para cobrar de más, ese hijo de puta que le da los puestos del estado o de la empresa a los amigos, que se gasta el erario público en contratos absurdos, ese maldito de la tienda de barrio que le sube diez veces a las cosas, ese colombiano optimista y fastidioso, tóxico hasta la médula que vive hablando bellezas de un país colapsado en lo que casi todo es un fracaso, en donde no se vive sino se sobrevive, que no se da cuenta que paga precios más caros que en New York o Helsinki y que no sale de la casa de papi y mami así tenga 70 años. Ese joven de mierda que habla mal de los viejos y tiene acento de gamín y ese viejo cacreco que habla mal de los sueños de los jóvenes, ese colombiano arrastrado que habla en los medios de comunicación vociferando y amplificando su ignorancia emputado porque no habrá Copa América y llamando imbéciles a los demás porque se canceló el evento. El cristiano idiota que quiere que todos sean cristianos, el ateo idiota que quiere que todos sean ateos, el derechista idiota que quiere que todos sean derechista, el izquierdo idiota que quiere que todos sean izquierdos, el colombiano que solo se importa él mismo y lo que le pase a los demás le vale mierda, el colombiano que vive en el exterior viendo los toros desde la barrera y adoctrinando a través de las redes sociales, el rico que odia a los pobres y el pobre que detesta a los ricos, el colombiano tránsfuga, traqueto, avivato, el que roba, el que mata, el que denigra, el que atraca, el colombiano asqueroso y vomitardo que se vuelve policía o soldado para ser un asesino sin tener que pagar por ello, el colombiano estafador, el de “pague que yo más tarde le devuelvo”, el abusador, el que le da en la jeta a las mujeres y las mujeres que viven cazando hombres para sacarles lo que tienen y para quedarse con todo, que colocan en Facebook la foto del carro nuevo que su esposo les compró y ven de para abajo a los viejos amigos que no tienen tetas para hacer lo mismo. Colombianos de todas clases, somos de lo peor del planeta tierra.

Es cierto que hay cosas buenas, que somos guerreros, que somos vivos para salir de los problemas y que hay personas inteligentes que han estudiado y están aportando al mundo, pero generalmente están afuera y solo sabemos de ellos cuando los periódicos de manera estúpida cobran como propios los triunfos de los que huyeron. El colombiano que no acepta nada de lo que acá se dice y cree que es perfecto y que los demás están locos. Eso somos, todos somos algún tipo de ese colombiano. Amo a mi patria y como dice Molotov por eso me quejo y me quejo, porque estoy harto de estos colombianos.

Entonces les pregunto ¿De qué sirve? ¿De qué sirve marchar, pelear, acabar con todo si al bajar a un tirano van a subir a otro hijo de puta peor? El cambio comienza por dejar de ser ese colombiano patético y comemierda porque casi todos somos, así les empute y les duela. Vamos de culo hacia una guerra civil en donde todos vamos a perder.

Foto de Soulful Pizza en Pexels
 

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