Anoche volví a beber, el lunes, comencé la semana ebrio. La semana pasada bebí tres veces, creo. Como no tengo mucho dinero me toca beber vodka nacional, me gusta más el vodka que otra cosa. Me emborraché porque es muy difícil soportar la realidad sobrio, levantarse para ver en el noticiero cabezas cortadas en una bolsa, saber que pertenecían a un estudiante, levantarse y descubrir que el país le paga tres millones de dólares o más a un técnico que dirige una selección que solo sabe fracasar y que hoy tengo que hacer mil maromas para pagar un arriendo que nos costó mucho conseguir porque en este país para que uno pueda tener ese “derecho” a una vivienda digna, consignado en el libro de chistes llamado constitución, toca que otro se endeude por usted, algunos compran los fiadores chimbos, como todo en este país… chimbo.
Ayer bebí nuevamente para olvidarme que la EPS me dio la cita para una ecografía dentro de cuatro meses cuando posiblemente el tumor que se está formando ya tenga mucha fuerza y otro de los médicos inservibles y prepotentes diga que “no se descubrió a tiempo”, bebí para olvidarme que tenía razón cuando les dije a todos mis amigos que la única forma en que Colombia puede alcanzar la inmunidad del rebaño era contagiándose porque las vacunas nunca iban a llegar y sí llegaban se las robarían, o no habría segunda dosis, o cualquiera de las cosas que vemos que está pasando, por eso bebí de nuevo, para soportar el dolor de saber que yo vendí una guitarra y pude vacunarme en otro país mientras veía como más de dieciséis amigos sucumbían en las clínicas y dejaban su vida entubados mientras los bares eran culpados y San Victorino ebullía de comerciantes.
Ayer bebí de nuevo, me emborraché, porque me sirve
más que las doce pastillas baratas diarias que me recetaron unos niños
recién graduados y que me han ocasionado hasta un infarto, bebí para
soportar el estrés que produce haber nacido acá, para soportar saber que
los amigos no son personas sino momentos y que en Colombia no se puede
confiar en nadie, ni en uno mismo. Bebí para poder disfrutar la música
nuevamente porque acá la dañaron, el rock que tanto amaba lo
convirtieron es una asquerosa papayera eléctrica que hace doler los
oídos, entonces seguí bebiendo y colocando música vieja para olvidar en
donde estoy y que no se me vinieran a la mente todos esos “periodistas”,
“músicos”, “curadores” y demás genios auto nombrados que se han robado
todo el dinero del arte, para acordarme que no hago eventos públicos ni
monto un bar solo por no pagarle la mordida a los mafiosos de Sayco.
Anoche
mi esposa también bebió conmigo, se fumó seis cigarrillos y por fin
pudimos sentarnos a hablar de nimiedades, a reírnos, a cantar, porque
cuando estamos sobrios toca mirar cómo hacemos para pagar todo, aunque
tenemos buenos trabajos eso no alcanza y bebiendo le conté como haciendo
“Rappi” en New York ganaba seis veces más que ella siendo directora de
comunicaciones de un banco en Bogotá, y bebiendo le conté que lo más
triste era que el regalo que le traje costaba seis veces acá lo que
cuesta allá. Así que bebí para no darme cuenta que las personas son
idiotas, que son borregos que se han tragado ese cuento del “país más
feliz del mundo” y que lo único bueno que tiene Colombia es ese
optimismo tóxico en el que todos piensan que “va a mejorar” así estén
nadando en estiércol, por eso bebí.
Y así podría seguir
enumerando motivos para beber, para seguir bebiendo en este bar que es
Colombia, porque no es un país, es un bar ¿Y que se hace en el bar? Se
bebe, se grita, se trata de pasar bien sabiendo que no se le puede
exigir mucho, es un bar y un bar es para beber y para cuidarse de que no
lo maten mientras lo hace. Hace mucho tiempo dejé de pensar que esto es
un país y eso me pone un poco más tranquilo, mi bar, mi gran fosa
común, mi manicomio, mi centro de abuso de alcohol.
Y lo peor de
todo, es que acá todos siempre tienen un consejo para “un alcohólico”
como yo, siempre saben como ayudarte, a donde ir, los genios de este
país se las saben todas, saben que es malo beber, que me puede matar,
que me puede hacer daño, que me puede dar cirrosis… saben cómo se gana
el partido, saben cuál es la solución para absolutamente todo, porque
cada realidad acá es la verdad y no acepta otra así los argumentos le
desbaraten su campo de distorsión de la realidad. Para lo que nunca han
tenido un consejo es para ver cómo cambiamos esto, esta realidad de
muerte y miseria, esta realidad de dolor y necesidad en donde solo hay
dos salidas, o beber como yo cada día o la internacional del Aeropuerto
El Dorado.
Entonces, seguramente seguiré bebiendo, porque cuando
uno habla de estas cosas, la gente mira hacia otro lado o sencillamente
te llaman “loco”, “apátrida”, “si no le gusta váyase”, “afuera hay
lugares peores” pero nadie es capaz de levantarse y decir, estamos muy
mal, hagamos algo, hagamos algo de verdad.
Hasta que la realidad deje de existir !!!Salud!!!
Foto de Pixabay.